PREDADOR
Sombra de muerte,
saeta nocturna
Terciopelo que se
desliza como silbo apacible a la luz de la luna.
¡Pobrecilla
gacela distraída!
¡Ojalá pudieras
oír el grito apagado que acecha tu cuerpo
En las sombras de
la noche!
Ignoras que tú
aroma, es el fuego que calcina sus entrañas,
Desconoces que la
inocente dulzura de tus ojos,
Es la mortal
lascivia, que encona la tormenta,
De aquel que
sigue tú rastro,
Y se relame con
lujuria los bigotes, a orillas del cajete.
¡Ya te veo, pobre
gacela, sangrante en las infernales fauces!
Mientras te
abandonas a la vida, y a merced dejas tu carne
Del salvaje
colmillo,
Que atraviesa sin
piedad la firmeza de tu piel fecunda.
—Miguelan.
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