SILUETAS
La
niebla se deslizaba aquella mañana entre los árboles de mi fantasía,
Corría
junto al céfiro,
Que
helaba el aire de aquel día con suspiros de neblina.
Silente
y etérea, envolvía la mañana
Tejiendo
su manto blanquecino de pudor y utopía
Eran
perlas el rocío que en tu cabello posaba,
Y
tus labios, como pétalos, a los míos buscaban.
¡Besos
que saben ser puñales,
Cuando clavan sus espinas en los míos!
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